El príncipe que quería ser gallo

Este antiguo cuento nos recuerda el valor que tiene la fórmula 3a para comunicarnos con un niño y ayudarle a aprender (acepte que el niño tome la iniciativa, adáptese para compartir la experiencia y agregue información).

Érase una vez, en un pequeño reino a muchas leguas del nuestro, un rey y una reina que compartían el palacio real con su único hijo. El joven príncipe era el centro de los cuidados de todos los habitantes del castillo, pero nada superaba el amor que le tenían sus propios padres, el rey y la reina. Ellos se desvivían porque estuviese rodeado de los maestros más sabios y los adivinos más confiables, quienes lo irían preparando para el día en que habría de ser rey.

Un día sucedió algo terrible… ¡el príncipe se quitó las vestiduras reales y comenzó a pasearse por todo el castillo aleteando y cacareando como si fuera un gallo! Se negaba a compartir la mesa con el rey y la reina y sólo aceptaba comer granos de maíz que recogía del piso. Como es de suponer, los padres del príncipe quedaron muy, pero muy preocupados. Hicieron traer los mejores médicos que había en el reino y les pidieron que hiciesen algo con urgencia por el príncipe. Los médicos del reino intentaron todo lo que su ciencia les había enseñado. Algunos ensayaron píldoras y pociones; otros, hechizos y conjuros mágicos. Pero todo fue en vano. El príncipe seguía paseándose por el castillo, aleteando con los brazos y cacareando alegremente. Ante el fracaso de los médicos, el rey y la reina estaban al borde de la desesperación.
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El ritmo de la vida

La vida es ritmo. El ritmo es vida. Es precisamente en nuestra etapa más inicial, una vez concebidos dentro del útero materno, cuando percibimos el primer ritmo, el que nos llega del corazón de nuestra madre. El viento que sopla y luego para. Las olas que vienen y van. Las fases lunares. El día y la noche. Las pulsos electromagnéticos que provienen de galaxias lejanas. Todo es ritmo.

Démosles a nuestros pequeños oportunidades para experimentar con el ritmo. Un set básico de percusión que puede adquirirse en cualquier tienda de instrumentos musicales es suficiente. Incluso soluciones caseras como el uso de palos de madera o unas botellas de plástico rellenas de algo de arena son más que válidas.

Enseñémosles el ritmo mediante el juego, con canciones que les gustan, cantando, bailando, golpeando primero con una mano y luego con la otra. Unas veces con más intensidad y luego con menos. Saltando con los dos pies juntos, luego con el derecho y después con el izquierdo. Improvisa. Introduce variación. Y sobre todo, disfruta. Emociónate. Ellos lo perciben. Siente. Ama.

Abrazos y Sonrisas, Música para el Autismo.

La importancia de celebrar – Método Son-Rise

El método Son-Rise, del que hablaremos más adelante en futuras entradas, puede integrarse perfectamente en las sesiones de música con tu hijo. Empezaremos hablando de la importancia de celebrar.

Si tu hijo hace algo bien, celébralo con entusiasmo, y, sobre todo, siente esa celebración dentro de ti. Celebra una mirada a los ojos diciendo: «¡Qué bien, muchas gracias por mirarme!«. Celebra cualquier pequeño avance en las sesiones con música por insignificante que pueda parecer. Le ayudará a mejorar su autoestima y a incrementar su conexión contigo y con los demás. Recuerda celebrar con un tono de voz adecuado.

Hay algunos niños que responden de manera diferente a la celebraciones, dejando de hacer lo que estaban haciendo tras la celebración. Si este fuera el caso de tu hijo, entonces baja la intensidad de las celebraciones hasta donde sea necesario. Puedes decir en voz baja, “buen trabajo” o “bien hecho”.